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Sunday, 2 December 2012

Celos cornudos prohibidos


No es sólo su polla saliendo por debajo de tu cuerpo.  Es tu mirada, cómo lo miras a él. Es ese estado de éxtasis después de haber follado con él, después de haber gozado, después de haberte dejado follar tu coño por la polla de ese nuevo chico que has conocido. Se te nota que estás prendada de él, que te ha hecho gozar.
-  Tengo celos –he murmurado desde el sofá en el que os miro y me acaricio por encima del cinturón de castidad.
-  ¿Cómo dices?
-   Nada.
-   Repítelo –me has ordenado muy seria.
-   Tengo celos.

Y te has levantado, me has dicho que ponga las manos en la espalda y eso he hecho. Sé lo que viene ahora, porque sí, efectivamente, me has dado dos hostias. O tres. Quizás cuatro o cinco que me han volteado la cara.
-  No quiero volver a hablar de lo mismo –me has reprochado.
-  Lo sé.
-  Lo dejamos todo muy claro, ¿recuerdas?

Sí, lo recuerdo. Claro que lo recuerdo. Yo te propuse hacer un trío. Había visto por Internet algunas páginas de maridos que miraban a sus mujeres follando con otro y me había excitado. No te había dicho nada, pero un día que estabas muy pasional te lo confesé. 
- Me gustaría que hiciéramos un trío- te dije.
-  ¿Un trío o verme follando con otro? –me preguntaste de sopetón.

Y no supe que decirte. Cómo sabías lo que yo quería. Quizás habías visto en mi navegador las páginas web que había visitado. No lo sé. La cuestión es que dijiste que sí, pero con una condición.
- ¿Cuál?
- No será un trío. Tú mirarás y verás como yo follo, pero tú no participarás, sólo mirarás.
-  Sí, sí, de acuerdo –te conteste azorado.

Y lo hicimos. La primera vez y otras tantas más después, aunque desde entonces las cosas han cambiado, porque cada vez que te proponía repetir la experiencia tú ponías nuevas  condiciones. Primero que tú elegirías con quien follar, fuera quien fuera. Incluido mi jefe.  O algún amigo. Y accedí. 

Segundo, que no podría participar, sólo mirar. Y accedí. Tercero,  que no podría tener relaciones sexuales contigo. Y accedí. Cuarto, que no podría masturbarme sin tu permiso. Y accedí. (Por eso llevo el cinturón CB-6000). Quinto,  tendría que ayudarte a buscar machos. Y accedí. Sexto, tú podrías mantener la relación con tus amantes el tiempo que quisieras. Y accedí. Séptimo,  yo tendría que encargarme de todas las labores domésticas. Y accedí.

Octavo, que llegado el caso y si te apetecía, tendría que ser también el sumiso de tu amante y chuparle la polla si a él le apetecía. Y accedí. Décimo,  tendría que limpiarte el coño después de haber follado y que esa sería la única vez que me dejarías lamerte: después de haber follado. Sólo podría lamer tu coño después de haber sido usado y regado por otro. Y accedí.

 Accedí a todas. Ya no sé cuántas condiciones más van porque he perdido la cuenta, pero todas ellas se resumen en una sola: Tú decides qué se hace y yo obedezco sin preguntar jamás por qué de ha hacerlo.
- Nunca. Jamás. Aunque te ordene un disparate. ¿Aceptas?
Y acepté.

Por eso miro ahora como tú te embelesas con tu nuevo macho, cómo lo miras con esa cara de éxtasis, de placer, de complicidad. Se nota que entre vosotros ha surgido algo que no puedo describir, pero sí sentir.
- Tengo celos –he vuelto a murmurar

Y te has vuelto a levantar y me has vuelto a dar de hostias. Una, dos, tres, cuatro…he perdido la cuenta. Y luego has vuelto a echarte sobre tu amante para mirarlo embobalicada. Y extasiada. Porque desde aquí veo que el coño te brilla y unas perlas salen de él y caen sobre las sábanas. Estás de nuevo en celo, amor mío. Pero ahora creo que también estás enamorada.
- Si me enamoro de otro tendrás que soportar los celos, sufrir en silencio porque jamás podrás reprocharme nada –ha sido la condición que me has puesto esta tarde antes de traer al chico a casa. 

Y he accedido. Ahora lo miras embobada y excitada. Como una perra en celo, como una perra enamorada.

Saturday, 1 December 2012

Presumes orgullosa de hacerme cornudo


Sé que he re recoger los condones que caen de la cama cuando follas con tus amantes y me haces cornudo. Los he de contar porque tú sueles darme 10 azotes por cada vez que tu macho se ha corrido. Suelen ser varios condones, dependiendo de lo salida  que estés, de las ganas que  tengas de follar y de la calidad del macho que has elegido; casi siempre muy jóvenes, musculosos y con una buena polla.  Los recojo, los cuento y los dejó en una cesta que has preparado para tal fin en la habitación. Allí guardas tus trofeos durante un mes y sueles cogerlos para contarlos y recordarme el número.

“Este mes van”…, me sueles decir. Porque también me traes los que has usado cuando follas fuera de casa, en un hotel, en la casa de tu amante o en un viaje. Los guardas en el bolso y me los traes. Ayer regresaste de un largo viaje de una semana que has hecho con tu último amante; un tipo joven, guapo, tío bueno y que tiene barco, con el que has navegado por Ibiza.

Y te lo has pasado muy bien. Lo digo, porque no paras de exhibir tus trofeos, los condones usados  que te has colgado de un cinturón con el  bailas  delante de mi. Antes de azotarme, por supuesto, porque sé que tras el baile tendré que ir por la fusta, ponerme cara a la pared, abrir las piernas y recibir 10 azotes por cada condón que hayas traído.
-    No quiero gozar yo sola, amor. Quiero que tú también disfrutes –me dices mientras me aplicas los azotes metódicamente a razón de 10 por cada vez que tu macho se ha corrido.

-    Lo sé, amor mio.
-    Entonces qué se dice.
-    Gracias.
-    Por qué
-    Gracias por azotarme, por hacerme gozar.
-    Y por qué más me has de dar las gracias.
-    Por hacerme cornudo
-    Repítelo para que no haya dudas.
-    Gracias por hacerme cornudo.

Y has seguido azotándome metódicamente y sin que se te olvide ni uno solo, mientras me llamas, cabrón, cornudo y puta perra sumisa.
-    Es lo que eres, es lo que es un marido que permite que su mujer le ponga los cuernos y además se deja azotar por ella. ¿No es verdad que es así, amor mío?
-    Sí, mi vida –te he dicho al recibir el último.
-    Pues ahora llama a Abel que quiero follármelo
-    Sí, mi amor
-    Pero suplícale que venga.

Y lo he hecho, claro. Le he suplicado que venga a follarte, que venga a hacerme cornudo y cuando ha venido, os he hecho la cama mientras veía de reojo como empezábais a follar en el sofá. Sé que la noche va a ser larga y que me vas a humillar como nunca porque te he notado el coño mojado, muy mojado. Estás en celo.Por eso, cuando he terminado con las sábanas me he acercado a donde estáis y te he besado los pies.
- Gracias por hacerme cornudo -te he dicho emocionado y con la polla dura.

Tuesday, 20 November 2012

¿Tienes celos, cornudo?

Siento celos, cariño, cuando él se pone detrás de ti y te mete las manos por detrás para acariciarte, para recorrer esos preciosos pechos que a mi me están prohibidos. Siento celos al ver sus manos acariciarte las tetas, bajarlas a tu sexo que sé que ya está encharcado, ardiente de deseo por su polla porque has sido tú misma la que lo has llamado para follar con él. Siento celos al verte ahí de pie, mientras él te acaricia.
 - ¿Tienes celos, cariño? –me has preguntado con una sonrisa.
 - Sí, amor mío.
 - ¿Entonces, cómo es que tienes la polla dura?
- No lo sé, amor. No lo entiendo.
 - Sí lo entiendes. Te lo he explicado muchas veces. Eres un cornudo sumiso masoquista que te gusta y excita sufrir por mí. Lo hemos hablado ya muchas veces y no quiero que vuelvas a insistir en ello.
 - No lo hago.
- No me respondas. Ve a por la fusta.

Y he ido por la fusta y te la he dado. Y luego me he puesto con las palmas de las manos apoyadas en la pared, las piernas abiertas y con el culo fuera.
- Sácalo más –me has ordenado.

 Y lo he sacado para ofrecerte mi culo al castigo, dándote las gracias por cada azote.
- Eres cornudo, sumiso y apaleado.
- Sí, mi amor.
- Repítelo.
- Soy cornudo, sumiso y apaleado.
- Y además muy feliz porque mientras te azoto delante de mi amante, se te pone el pito aún más duro. Y digo pito porque sabes que ese ridículo pene no es polla, sino pito. Polla es lo que me voy a follar ahora cuando te ponga el cinturón de castidad.
- Si amor mío.

Y he ido a por él, me lo has puesto, le has dado la llave a tu amante y te has puesto a follar con él. El resto ha sido como otras veces. Te lo follas una y otra vez hasta que lo exprimes y ya no puede más. Entonces te levantas, coges los condones que has usado, los cuentas y me dices que me arrodille y ponga las manos en la espalda. Sé lo que viene.

 Sé que es lo que vas a hacer. Es el ritual habitual entre nosotros que nos queremos tanto, porque me das 10 bofetadas por cada corrida que tu macho ha tenido. En este caso son 30, pues han sido tres condones. Y cuando has terminado de abofetearme has cogido a tu amante, tu novio, tu macho y lo has vuelto a poner detrás de ti para que te acaricie delante de mí. Y otra vez he visto cómo te acaricia los pechos, baja las manos y comienza de nuevo a excitarte.
 - ¿Tienes celos, cariño? –me has preguntado con una sonrisa.

Sunday, 18 November 2012

El antes y después de un cornudo

Antes:

Cuando te echas sobre el sofa y permaneces con esa carita de relajación y de espera. De espera ansiosa. Lo esperas a él. Lo sé, Me lo has dicho. Va a venir a follarte y te ha dicho tal y como quiere encontrarte.

Y tú, obediente, te has desnudado y te has echado sobre el sofá para esperarlo, aunque antes me has puesto a mi el cinturón de castidad y me has feminizado para humillarme ante él y que así se excite más y te folle mejor. Y me has puesto un lacito encima. "Eres el regalo que yo le hago a él, ¿lo comprendes? Sí, lo comprendo, te he dicho dándote las gracias.  Pero mientras él llega, esperas. Lo esperas.

Excitada. Lo sé porque lo huelo a distancia,  tu coño expele las feromonas de hembra en celo y yo las huelo. Llevamos ya muchos años casados y conozco todos los olores de tu coño. Y el que huelo ahora es el de hembra en celo, de mujer excitada que desea polla. Pero no  la mía, sino la de tu macho, la de un macho de verdad, según me has dicho al echarte en el sofá para esperar a que venga y te folle.

 

Después:


¿Después?... Lo de siempre. Entrará sin llamar pues me hiciste que le diera una llave y te cogerá en brazos para llevarte a la cama. Tú lo besarás apasionadamente y te lo follaras con el ardor y fervor que sueles emplear cuando tienes un amante que te gusta, de esos que te mojan el coño nada más verlos. Y mucho. Porque  este te gusta mucho. "Es que folla muy bien,  cornudo, sabe tratar a una hembra como yo  y me vuelve loca en la cama", me sueles decir. Hay que ver lo que has cambiado.

Eras una chica modosita, cuando de novios,  que casi lo hacíamos con la luz apagada. Fui yo el que te fui convenciendo para que abrieras tu mente, para que no fueras tan mojigata. Aceptaste a regañadientes un trío. "Lo hago por ti, para complacerte", me dijiste. Pero una vez que lo probaste ya no paraste. Ahora eliges el amante que te gustas y te lo traes a casa sin consultarme nada. Absolutamente nada.

Te has vuelto tan marimandona que, incluso, me obligas a chuparle a él la polla para excitarlo y que te folle mejor.  Y si no lo hago bien, si no te la pongo dura con la suficiente rapidez, te levantas, sacas la fusta que te regale el día de nuestro aniversario y me azotas el culo delante de tu macho para que aprenda a ser más diligente, a cuidar a los hombres de verdad que te dan placer. "Tú eres una putita sumisa con un pene que da risa", me sueles decir mientras me azotas. Cornudo y apaleada. Y fuiste virgen al matrimonio. Yo te desvirgué.

Friday, 16 November 2012

Cornudo público

Se casó tu amiga y fuiste a la despedida de soltera, pero tú fuiste la única que folló con el ‘boy’ de turno. Tú fuiste la que te lanzaste, la que lo desnudaste, la que te montantes encima de él y lo obligaste a que te follara delante de tus amigas, que no daban crédito.

Yo tampoco. Estaba escondido y  vi cómo follabas  delante de todos y me hacías cornudo público. Es igual. Me dio igual porque tenía la polla dura y además todas lo saben. Para ellas no es noticia pues saben que soy tu cornudo sumiso consentido.

Monday, 12 November 2012

Masoca, putita y cornudo

Os había visto bailar acaramelados, deciros cosas al oído, reíros mientras os movíais por la salde estar de nuestra casa, pero cuando tú te sentaste en el sofá y le cogiste los pantalones para abrirle el cinturón y bajarle la cremallera, supe que no había vuelta a tras.

Que iba a ser por fin cornudo. Y digo por fin porque había sido yo el que te lo había casi suplicado mientras tú te negabas en redondo. Hasta que insistí e insistí tanto que, al final accediste, con condiciones, claro. Y una de ellas era que serías tú la que eligieras al chico con el que ibas a follar, con el que ibas a hacerme cornudo.

Y elegiste a uno del trabajo. Uno muy guapo, mucho más joven que yo y que está muy bueno, según me dijiste. Y debe estarlo porque tras bajarle los pantalones les ha sacado su dura polla y has comenzando a mordisquearla, a lamerla y a chuparla, mientras me miras con ojos de zorra y me guiñas un ojo. Lo estás haciendo. Al final te has atrevido a ponerme los cuernos y has hecho caso a mis súplicas.
- Pero luego no me vengas con arrepentimientos –me dijiste hace unos días cuando por fin aceptaste.
- No, por favor. Te prometo que no te reprocharé nada.

Así que ahora me tengo que aguantar ese extraño dolor que siento en algún lugar de mi pecho y esas extrañas mariposas en el estómago que hacen que tenga la polla dura. Sufro, pero también gozo. Es una extraña mezcla de dolor/placer.
- Siempre has sido un poco masoquistas –me habías dicho cuando de novios te pedía que me pellizcaras los pezones.
- No lo sé, cariño.

Y también me lo recordaste cuando me sorprendiste poniéndome tus bragas y mirándome al espejo.
- Encima de masoca, putita.

Por lo visto sí, lo era. Porque además desde ese día comenzaste a ponerte minifaldas para ir al trabajo y yo no sólo que no te decía nada, sino que te las compraba y te animaba a lucirlas. Y también te animaba a llevar siempre tanga y a que abrieras las piernas en las terrazas donde nos sentábamos. Y tú accedías con gusto.
- Te quiero, amor mío y sólo quiero que seas feliz.

Eso me dijiste entonces. Y también luego, cuando por fin accediste a acostarte con otro y ponerme los cuernos.
- Lo hago por hacerte feliz, que conste.

Eso me dijiste, pero al verte chupar ahora su polla sé que también lo haces porque te gusta, porque en el fondo lo deseas, porque siempre has sido algo puta y te han gustado mucho los tíos y follar. Sobre todo follar. Porque ahora lo has cogido de la mano y te lo has llevado a nuestro cuarto, a nuestra cama de matrimonio, para desnudarlo y acariciarle la polla.
-  Pasa y mira como te hago cornudo. Por fin vas a cumplir tus sueños.

Y entré detrás de ti, pero tú me desnudaste, me pusiste a su lado, comparaste los penes de los dos y me lo dejaste claro:
- Me quedo con la polla y deshecho el pito -dijiste riéndote, con sorna, con esa ironía tuya que hizo que me enamorara de ti.

Y te sentaste encima de él y te clavaste su enorme polla despacio, muy despacio, deleitándote con esa pollón por la que bajabas tu coño. Un coño que hasta ahora había sido mío y que ahora ya no lo es. Porque una de las condiciones que me habías puesto era que a partir de ese momento follarías con quien quisieras, cuando quieras y donde quieras. Y yo acepte.

Por eso ahora veo como tu coño sube y baja apretando su polla, como me hacías a mí, porque cuando follas aprietas el coño sobre la polla para dar más placer. Eres muy puta y sabes cómo utilizar un coño. Y ahora lo estás haciendo con él, te desvives por darle placer, para que note el roce de tu coño al subir y bajar para darle todo el placer que él siente, es obvio, porque te coge de las tetas, las magrea y gime como un poseso. Se va a correr, Lo sé. Y tú también. Eres multiorgásmica y sé que te vas a correr varias veces sobre su polla.

Así que no me lo he pensado y me he puesto detrás de ti para lamerte el culo mientras subes y bajas y comienzas a correrte sobre su polla. Lo sé porque huelo el jugo de tu excitación que cae coño abajo, sobre su polla, que he lamido.
- Aparte de masoca y putita, también eres mamón, te gusta lamer pollas –me has dicho entre gemidos.

Y debe de ser cierto, porque cuando te has corrido gritando como una posea y él también lo ha hecho, he lamido tu coño lleno de su leche y te he dicho que te amo.
- Lo sé, cornudo. Y a partir de ahora me vas a amar todos los días.

Saturday, 10 November 2012

Porque lo soy: soy cornudo. Y muy consciente. Demasiado.

“Ven, entra”, me has dicho mientras estás sentada encima de tu nuevo amante, de tu novio, según tú lo llamas. “Pasa y no te cortes”, me has dicho entre gemidos, mientras él te mete mano en el coño, bajo la braga y tú gimes, suspiras y le dices que siga, por favor, sigue que me vuelves loca.

Te gusta hablar con él. Decirle lo mucho que te gusta, lo mucho que te excita y lo mucho que te engolfa. Porque te ha engolfado y ya follas con él no sólo en su despacho, sino también sobre la mesa, en el garaje, en el coche y ahora en casa, en nuestra sala de estar, sobre el sillón que nos compró mi madre. No tienes hartura. Hace contigo lo que quiere y tú siempre le dices que sí. Bueno, tú coño le dice que sí porque sólo con rozarte ya mojas la braga y echas espuma por el coño.
- Mi coño es suyo, no sé cómo explicártelo.

Te tiene cogida la voluntad, eso me dices. No lo puedes evitar, eso me cuentas. Es superior a tus esfuerzas, según me confiesas cuando vienes de follar con él, me abrazas y me cuentas cómo te ha follado, lo mucho que te has corrido y lo mucho que te va a follar a partir de ahora.
-        Me vuelve loca con su manos, con su  polla,  con su aliento.


Y yo callo. Siempre callo, quizás porque no tengo fuerzas pare decirte nada, quizás porque una vez que te dije algo, no recuerdo bien, pero algo suave, un quejido, una suave protestas, me dijiste que si no lo comprendía  que cogiera la puerta y me fuera. O no, mejor me voy yo, me dijiste. Pero yo te dejé marchar. Al menos ese día. Porque al día siguiente fui al hotel en el que te alojabas y te supliqué de rodillas que no me dejaras.
-        Pídeme lo por favor
-        Por favor no me dejes. No puedo vivir sin ti, sin estar a tu lado.
-        Suplícamelo.
-        Te lo suplico, amor mío. No me dejes.
-        De acuerdo, pero a partir de ahora no podrás decir nada.

Acepté y no digo nada. No digo nada cuando te vas con él todo un fin de semana a navegar en su barco. O cuando os vais a pasar los puentes a su chalé en la playa donde según me cuentas cuando me llamas por teléfono,  no sólo te folla él, sino que te follan sus amigos.
-        No puedo evitarlo. Hace con mi coño lo que quiere, cariño.
-        Lo sé, cielo.

Porque lo sabía. Y lo sé. No puedes evitarlo. Y yo no puedo evitar amarte tanto que te consiento todo. Todo. Absolutamente todo, porque ahora folla en nuestra cama, yo le recojo la ropa para que no se arrugue y os traigo las bebidas. Sé que tenía que hacer algo, pero no hago nada. Ni tan siquiera follo contigo porque dices que él no quiere que lo haga.

Y sus palabras son ley para ti. Tampoco te puedo acariciar, ni lamer. Sólo el coño cuando él se ha corrido en él. Y entonces sí, me lanzo como un poseso a comerte el coño, tu sagrado coño, aunque sé que está lleno de su leche. Pero después de unas lamidas el semen se ha ido, me lo he tragado y sabe a ti, a tu coño, a tus jugos, al placer que te ha provocado otro macho.
-        Me gusta que me lamas cuando él se ha corrido –sueles decirme.
-        Por qué.
-        No sé, pero siento un extraño poder sobre ti. Pero sobre todo,  porque al verte a ti lamiéndolo, a mi macho se le pone más dura, se excita y me vuelve a follar con más ganas. Tus cuernos le hacen sentirse más macho. Mucho. Sobre todo al ver lo poco hombre que tú eres.

Lo soy, es verdad.  Poco hombre, digo. De hecho ahora llevo bragas. Tus bragas. Las bragas que tú te quitas y que me das todos los días para que me ponga. Dices que así estoy más femenino y él no se siente amenazado por otro hombre. Dices que así él se siente más macho, más hombre y te folla mejor. Debe de ser así, porque últimamente viene todos los días a follarte. Y duerme en nuestra cama de matrimonio, mientras yo lo hago en la alfombra donde os oigo follar, gemir y donde de vez en cuando me llamas para que te limpie el coño y que él vuelva de nuevo a follarte.


No duermo bien.  Sobre todo porque os pasáis la mayor parte de la noche follando. Parecéis adolescentes. Y yo un cornudo. Consentidor. Y sumiso, muy sumiso, porque incluso ahora le chupo la polla a él para ponérsela dura y que tú puedas follártelo mejor. Dices que es necesario mi concurso para que él se excite más al humillarme de esa manera. No sé qué más se te puede ocurrir para que él goce. No lo sabía, pero ahora lo sé. Me has dicho que quieres azotarme el culo para que él se divierta, se excite y te folle mejor.

Y te he dicho que sí, que bueno, que cuando quieras, como quieras y donde quieras. Que incluso sacaré el culo para que no te equivoques, veas bien donde das y me azotes más fuerte. Ya lo has hecho delante de é y efectivamente, se ha excitado y luego te ha follado mejor. Y me he alegrado de ello. Porque te veo feliz y que estás contenta, que es lo que yo quiero. Y que  es lo que tú quieres, amor mío. No quiero que vuelvas a irte de casa.